Quiero dedicar unas pocas líneas a hablar de Ethereum, proyecto que he mencionado en algunas ocasiones a lo largo del libro. Se trata de la segunda criptomoneda en importancia después del bitcoin, y también la segunda en cronología. Nació en 2012 de la mano de un jovencísimo Vitalik Buterin, un adolescente ruso que por aquel entonces tenía 19 añitos, y que, enamorado de Bitcoin, se propuso mejorar el sistema añadiéndole una idea novedosísima por aquel entonces: la posibilidad de guardar también datos y código ejecutable en la blockchain, no solo transacciones económicas. Esta idea, este complemento, es el que hoy en día ha terminado de convertir blockchain en una de las ideas más disruptivas desde la invención de internet, y ha abierto un abanico inmenso de posibilidades de uso para esta tecnología, más allá de los sistemas financieros. A esta innovación se la suele llamar smart contracts, y no creo que me equivoque si digo que hoy en día no se concibe un proyecto blockchain sin smart contracts asociados.